sábado, 30 de mayo de 2009

Después de la tempestad...

Por Francisco Padilla

No todo fueron malas noticias para los mexicanos en esta contingencia epidemiológica causada por el virus de la influenza, y aunque al parecer de muchos las medidas implementadas por el Gobierno Federal al principio se consideraron un poco arbitrarias, cabe mencionar que las precauciones nunca salen sobrando.

Si bien los índices de desempleo se dispararon debido a la alerta sanitaria no todo fue amargura para algunos empresarios que en vez de resultar afectados por las disposiciones de la Secretaría de Salud se vieron beneficiados ante las medidas precautorias que se tomaron.

Pequeñas empresas de limpieza y saneamiento, profesionales de la salud y farmacias, estuvieron bastante ocupados atendiendo las demandas de los ciudadanos que solicitaron sus servicios, incluso hubo quien comenzó a elaborar cubrebocas y gel desinfectante para comercializarlos y así obtener un ingreso extra para sortear la tempestad.

En las grandes tiendas de textiles era común observar anuncios donde solicitaban señoras para elaborar cubrebocas y algunos talleres de costura cambiaron la mezclilla y el nylon por el pellon y los elásticos.

Pero desgraciadamente hubo algunos seudo comerciantes que se pasaron de listos y aumentaron sustancialmente el precio de los artículos sanitarios indispensables para atender la contingencia, el precio promedio de un cubrebocas ordinario antes de la alerta sanitaria oscilaba entre los 30 y los 50 centavos, el costo de un frasco de gel antibacterial rondaba los 15 o 25 pesos y los jabones líquidos se podían adquirir pagando de 8 a 14 pesos en promedio.

Después de que se dieran a conocer las medidas que se tomarían para mitigar de alguna manera el contagio, existieron farmacias y establecimientos que dispararon los precios de los productos antes mencionados hasta en un 200%, incluso hubo quien salió a diferentes cruceros de la ciudad a ofrecer cubrebocas hasta en quince pesos y gel casero en $40.

No cabe duda que los mexicanos cuando se trata de aprovecharse de la situación y hacer leña del árbol caído no perdemos tiempo y rayamos en el abuso cuando deberíamos mostrarnos solidarios y darnos la mano para ayudarnos entre nosotros, pero desafortunadamente es la escuela que nos han dejado a través de los años.

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