jueves, 25 de julio de 2019

El hambre y los frenos en la economía


 Por Héctor Farina Ojeda 

Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) reveló que en los últimos años se ha incrementado el número de personas que padecen hambre en el mundo: ya son 821 millones de seres humanos que sufren la pobreza alimentaria. De acuerdo con la FAO, el 84 por ciento de los países que han aumentado los niveles de desnutrición pasaron por una etapa de desaceleración o recesión económica. Es decir, cuando la economía se frena o decrece, el impacto en los pobres es directo: aumentan el hambre y la desnutrición. 

Además de que una economía que no crece deriva en insuficiente generación de empleos, de ingresos y de riqueza en general, otro dato importante es que el 80 por ciento de los países estudiados tienen una fuerte dependencia de las materias primas. De 65 países, 52 son economías dependientes del sector primario y de la venta de materias primas cuyo precio en el mercado internacional es cambiante. Esto quiere decir que las economías son muy vulnerables ante los fenómenos meteorológicos, el cambio de precios en el mercado internacional, una mala cosecha, algún arancel u otro efecto de la guerra comercial. Y cuando hay afectaciones económicas, la pobreza y el hambre se resienten. 

Si tomamos estos datos y los pensamos en el caso de México, nos encontramos ante una situación preocupante: 3.6 por ciento de la población tiene desnutrición, en tanto 8.9 por ciento se encuentra en una situación de inseguridad alimentaria, es decir que no tiene condiciones de atender sus necesidades básicas de alimentación, de acuerdo con el informe de la FAO. Más de la mitad de la población mexicana se encuentra por debajo de la línea de bienestar, lo que significa que más de 62 millones de personas tienen ingresos insuficientes para atender los costos de la canasta básica y los bienes y servicios fundamentales. 

Tenemos un problema complejo: mientras la apuesta del gobierno mexicano es atender a los pobres y mejorar sus condiciones de vida mediante programas sociales, la economía se encuentra en fase de desaceleración y la discusión actual es sobre si México caerá en recesión o no. Ante este panorama, por más buenos programas e intenciones que se tengan, será muy difícil revertir la pobreza alimentaria si no se revierte primero la desaceleración de la economía. Sin el impulso de un crecimiento importante y estable no habrá condiciones para sostener una mejoría en los ingresos y en la calidad de vida de la gente. 

La seguridad alimentaria de las personas es una cuestión de soberanía, de planificación y sobre todo de economía. Los países con menos problemas de pobreza, de precariedad y de hambre son aquellos que tienen economías sólidas, no dependientes de materias primas, y que basan su potencial en la innovación y el conocimiento. Hay menos hambre cuando mejor va la economía, así como hay mejor economía cuando los niveles educativos son altos. Si queremos revertir el hambre, no basta con programas temporales y menos con depender de materias primas. Falta más educación y más economía. 

Publicado en la edición impresa de El Sol de Puebla