sábado, 17 de octubre de 2015

La urgencia del cambio económico

Por Héctor Farina Ojeda 

El interminable vaivén de la economía mexicana nos ha acostumbrado a que los números se repitan, que las tendencias se mantengan o que no importen los cambios coyunturales, pues la situación siempre vuelve a pintar un panorama en el que cerca de la mitad de la población se mantienen en situación de pobreza, con empleos insuficientes y salarios deficientes, y con esa sensación de que algo estamos haciendo mal para no encontrar el punto de inflexión en esta historia. Con décadas de crecimiento mediocre, con profundas deudas sociales y con la eterna  promesa del cambio, ¿qué se necesita realmente para pasar de la crisis a la tierra de oportunidades?

En la década pasada, tras analizar por qué la economía mexicana hacía bien los deberes pero obtenía resultados mediocres en comparación con otros países, el resultado fue que la baja calidad educativa anclaba las posibilidades de cambio al no dar la oportunidad de innovar y de ajustarse a los requerimientos de un mundo competitivo. Ahora, mientras las estimaciones de organismos nacionales e internacionales advierten que la economía se está frenando, y al mismo tiempo en que la desconfianza se encuentra en un punto crítico, los informes nos muestran un panorama ya conocido: con una educación primaria reprobada y con un sistema educativo que mantiene graves carencias. En otras palabras, es normal que no haya cambios en la economía de la gente si no hay cambios en la formación de la gente. 

Si sabemos que el crecimiento es insuficiente, los empleos no alcanzan, los salarios son bajos, la educación falla, la corrupción nos empobrece y todo ello es un freno para mejorar la calidad de vida, ¿qué debemos hacer para pasar de una situación endémica a una situación de renovación, de mejoría? La pregunta parece general pero no lo es: el caso mexicano es curioso y quizás irrepetible, por lo que las ideas deben pensarse en función de particularidades y excepciones. México es, seguramente, el país latinoamericano que más ha diagnosticado y más conoce la pobreza, desde todos los ángulos y dimensiones, pero parece no saber cómo aplicar una solución efectiva, de las tantas que se recitan. 

Hay ejemplos impresionantes de países que emergieron de la pobreza para convertirse en ricos. Singapur lo hizo mediante la educación, Finlandia gracias a la ciencia y la tecnología; Noruega usó la riqueza del petróleo para educar a su gente, Taiwán repatrió a sus mejores cerebros, en tanto Israel y Corea del Sur -entre otros- se basan en la invención y en el avance de la ciencia y la tecnología. En tiempos de conocimiento, los recursos naturales de los que dependen casi todos los países latinoamericanos ya no son suficientes para generar riqueza y prosperidad. Entonces, ¿cuál debe ser la estrategia mexicana y qué condiciones se requieren para implementarla?

Ya no es una novedad que la economía debe cambiar, pero falta definir qué se requiere para marcar un punto de cambio y dejar atrás todo lo que no sirve. ¿Qué hacemos para prepararnos y para dar el gran salto?  


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