sábado, 17 de octubre de 2015

Del trabajo a la productividad

Por Héctor Farina Ojeda 

Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) puso el dedo en la llaga en uno de los graves problemas de la economía mexicana: la productividad. De los 34 países que forman parte de este organismo, México tiene el nivel de productividad laboral más bajo, debido a dos problemas de los que se ha hablado mucho pero se ha resuelto poco: la mala preparación de los trabajadores y la baja calidad educativa. Mientras que México obtuvo un puntaje de 20 en una escala de 100, el promedio de los países miembros de la OCDE es más del doble: 50 puntos. 

Los datos del estudio son contundentes: sólo el 18 por ciento de la población mexicana tiene estudios superiores frente al 32 por ciento del promedio de los demás países de la OCDE. Esto nos habla de trabajadores con bajo nivel de competencia, sin la preparación adecuada y que por lo tanto no alcanzan los niveles de productividad y eficiencia de trabajadores de países como Luxemburgo, Noruega, Bélgica o Estados Unidos, que ocupan los primeros lugares. Además, en muchos de los casos los trabajadores no ocupan los empleos para los cuales tienen estudios, sino que trabajan en lo que encuentran. 

Esta situación no es casualidad. No podemos esperar otra cosa si recordamos que hace apenas unas semanas el Foro Económico Mundial señaló que la educación primaria mexicana tiene muy poca calidad, lo que nos dice que el descuido hacia los recursos humanos es de origen. Hasta parece una gran ironía que los mexicanos trabajen más que los europeos, pero produzcan menos, ganen menos y vivan a merced de la precariedad y la pobreza. 

A los problemas de la educación y la escasa inversión en los recursos humanos hay que sumarle el divorcio entre la formación universitaria y el mercado laboral, así como la situación peculiar de un sistema de privilegios en donde no se contrata al más idóneo sino al amigo, compadre o al que simplemente hizo un “favor” que será recompensado con un puesto de trabajo en el que no sólo no será productivo sino será perjudicial. En un contexto en el que no se forma ni se contrata sobre la base de la idoneidad, no debería sorprendernos que tengamos baja productividad laboral, salarios injustos y mucha gente que trabaja en exceso pero no gana lo suficiente.    

El problema es bastante complejo pero hay ideas que podemos implementar en busca de soluciones. Deberíamos preguntarnos cuáles son las competencias y habilidades que necesitamos con miras a incorporarnos a la economía del conocimiento, así como pensar cómo innovar, cómo emprender y cómo evitar repetir el modelo en el que se pasa de ser desempleado a tener un trabajo mal pagado y con pocas expectativas de mejoría.

El economista Jeremy Rifkin dice que para hacerle frente a un mercado laboral tan inestable y cambiante tenemos que desarrollar más habilidades y más conocimientos. Si el problema está en los recursos humanos. ¿qué esperan para invertir en ellos y prepararlos como se debe? 


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