viernes, 27 de febrero de 2015

La generación pendiente

Por Héctor Farina Ojeda (*)
@hfarinaojeda

Los resultados de la economía paraguaya en los últimos años dan cuenta de que la falta de una visión a mediano y largo plazo sigue condicionando el desarrollo. Por momentos, la bonanza de los elevados precios para la producción agrícola, el auge de las exportaciones de carne y el empuje de una buena coyuntura en la región hicieron que la economía tenga un crecimiento importante, en algunos casos hasta con cifras inéditas que nos ubicaron en los primeros lugares a nivel mundial. Pero fueron y son momentos de una economía que sigue apostando sus fichas a pocos sectores y que depende en gran medida de factores que no puede controlar, como el régimen de lluvias y los precios en el mercado internacional. 

Como consecuencia, el crecimiento y la riqueza se han concentrado en pocos sectores, en tanto no se ha logrado que los beneficios se extiendan a las urgentes necesidades sociales. Es así que seguimos teniendo un sistema educativo poco eficiente y poco acorde a las exigencias de la economía del conocimiento, así como la pobreza sigue condicionando a gran parte de la población. Tenemos un país en el que la gente sigue como materia pendiente, en tanto la falta de planificación hacia lo social hace suponer que la riqueza que viene, tal como vino se irá sin dejar más que la sensación de que algo mejor pudimos haber hecho. 

En este contexto, resulta una tragedia que hoy se hable de que tenemos una generación pérdida como resultado del fracaso de la reforma educativa. Es decir, precisamente en tiempos en los que el conocimiento es el capital más valioso, la reforma educativa se encargó de formar una generación contra el conocimiento. Después de la Guerra Grande no hemos logrado formar una generación que se encargue de hacer del país un espacio de justicia y desarrollo para todos. Acaso ha habido excepciones, como Eligio Ayala, el presidente austero que decía que tenía el mejor gobierno porque estaba rodeado de los hombres más ilustrados del país.

En un mundo competitivo en el que los países más visionarios ya emprendieron una carrera desenfrenada por conquistar la economía del conocimiento, no podemos esperar que un país atrasado logre algo importante sobre la base de postergar las necesidades de la gente, de no invertir como se debe en la educación o de relegar al olvido la ciencia y la tecnología. Es urgente trabajar en la formación de generaciones de ciudadanos capacitados, que tengan el conocimiento suficiente para innovar y reinventar nuestra vieja economía. Ya no sirve continuar con el modelo agropastoril o seguir a expensas de que la coyuntura nos regale buenos precios o buenas lluvias. 

La visión que deberíamos tener no es la del corto plazo sino la de mediano y largo plazo. Si empezamos ahora, tardaremos por lo menos dos décadas en comenzar el cambio generacional que nos pueda dar resultados distintos a los que tenemos hoy. Y para hacer esto necesitamos una planificación que priorice a la gente y sobre a todo a los jóvenes como eje central del cambio. Tenemos un país favorecido con el bono demográfico, con 60% de la población con menos de 30 años de edad, por lo que es el momento ideal para hacer que la revolución sea generacional, a partir de la capacidad, el conocimiento y el talento de nuestra gente. No es algo imposible pero requiere de esfuerzo, inteligencia y compromiso. La pregunta es si realmente queremos hacerlo.

(*) Periodista y profesor universitario

Desde Guadalajara, Jalisco, México

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