lunes, 2 de febrero de 2015

El presupuesto para la ciencia


Por Héctor Farina Ojeda 

El anuncio hecho por el gobierno mexicano sobre el recorte al gasto público, debido mayormente a la disminución de ingresos petroleros, es un toque de alerta para saber hacia dónde se dirigen las prioridades no sólo en 2015, sino a mediano y largo plazo. Aunque se busca tranquilizar con el discurso de que los recortes serán en gasto corriente, al ver que entre las principales afectadas estarán las secretarías de Comunicación y Transporte, y la de Educación, la pregunta que queda en el aire es qué tanto puede repercutir esto en el desarrollo de los planes establecidos, sobre todo en cuanto a la educación.

Y esta preocupación se agrava por la declaración del director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Enrique Cabrero Mendoza, sobre el impacto que tendrá al recorte, aunque espera que le “pegue poco” a la ciencia. Lo cierto es que cualquier afectación es importante debido a que existe un enorme rezago en el país en cuanto al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Basta con pensar que se destina apenas 0.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a ciencia y tecnología, y se tiene como meta llegar al 1 por ciento, aunque esto es todavía lejano al 4 por ciento que invierten los países desarrollados.

La situación debe recordarnos lo que ocurrió en 2009, cuando la economía tuvo una caída del 6.5 por ciento y, como consecuencia, los primeros afectados por los recortes fueron la educación y la ciencia. Esto no es una novedad, sino que parece la receta de manual para los países latinoamericanos que viven sobreviviendo en medio de sociedades empobrecidas y con urgentes necesidades educativas. En tanto las economías más desarrolladas van exactamente en sentido contrario: pase lo que pase, cuidan el presupuesto para la educación, pues invertir en el conocimiento es apuntar a una sociedad con mayores oportunidades de generar riqueza y no vivir en la pobreza. 

Uno de los ejemplos más emblemáticos es Finlandia, un país que en el año 1993 vivió una crisis económica de magnitudes colosales, a tal punto que el sector financiero prácticamente estaba en banca rota, la iniciativa privada hundida y el desempleo por las nubes. Pero en lugar de recortar como lo hacemos los latinoamericanos, duplicaron su inversión en ciencia y tecnología. Los resultados comenzaron a verse en la primera década, cuando el país se convirtió en la referencia obligada para todo lo relacionado a telefonía celular. Finlandia cuida el presupuesto para la ciencia y la tecnología, para la educación, y por ello aparece en los primeros lugares en calidad educativa, y por eso la pobreza no es un problema. 


Si algo debemos aprender es que no se logra desarrollo ni se mejora la sociedad sobre la base de fórmulas fracasadas que, tozudamente, los gobiernos se empeñan en repetir. Más que recortes, lo que se requiere es eficiencia en el uso de recursos públicos. Que se invierta más y mejor en la ciencia y la tecnología en lugar de malgastar fondos y de tomar decisiones que terminan anclando al país al atraso. 

Publicado en Milenio Jalisco, en el espacio "Economía empática". Ver aquí:

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