viernes, 21 de mayo de 2010

De la artesanía a los abarrotes: negocios de todo el día


Los negocios familiares, desde cenadurías en casa hasta empresas grandes fuera de la ciudad, son una fuente de empleo, creadoras de servicios y productos básicos en la sociedad. Para muchas familias constituyen la manera más simple de generar ingresos.


Por Miriam Pulido Robles

En el municipio de Tonalá, los ingresos de las familias se basan –en buena medida- en estas pequeñas y medianas empresas, que principalmente se dedican a la elaboración de artesanías de distintos materiales.

En este contexto, María Paula Reyes Mora y su esposo Javier Esparza Borrayo, que tienen 28 años de casados y viven en el centro del municipio, han sido y son sus propios jefes para el sostenimiento de su hogar.

Al principio de su matrimonio -cuenta María Paula-su esposo era empleado de un taller de artesanías pero a su despido decidieron producir y vender sus artesanías en la entrada de su hogar. Gracias al turismo y la calidad en sus productos pudieron exportar las figuras de barro y latón a Australia, Bélgica, Estados Unidos, y dentro del país a Tijuana, entre otros lugares. “La responsabilidad en los plazos de entrega era importante”, menciona, aún cuando el transporte implicaba el uso de barco, avión o tráiler.

El negocio duró 5 años, ya que “su último cheque fue sin fondos, por un cliente de Chihuahua”, dejándolos en la ruina. “El banco que usábamos era BITAL, cuando existía, pero nos cobraran una cantidad por cambiarlo en caja”, cuenta. Al mismo tiempo su esposo enfermó, lo que se debió, entre varias razones, al uso constante de latón que dañó sus pulmones; entonces decidieron poner un local de jugos y licuados.

María Paula asegura que la venta de sus artesanías comenzó a bajar después de los atentados del 11 de septiembre (2001) en Estados Unidos, puesto que “los de Tijuana eran los principales clientes y ya no llevaban para el otro lado”.

A pesar de que ya tenían licencia de venta de artesanías, tuvieron que cambiarla para su nuevo negocio: “Primero tienes que pedir permiso al Ayuntamiento, los trámites a veces son lentos y caros”, explica la microempresaria. Ahora ya tienen 7 años con el permiso, pero no es suficiente ya que “sale para lo básico”. Por ello, compraron una tienda de abarrotes. “Esta vez tuve que ir a cursos de administración que dio el Ayuntamiento”, señala. Con esto buscaban saber cómo administrar el negocio.

Con los dos puestos, el de los jugos que atiende Javier y la tienda de abarrotes que atiende María Paula, no es suficiente –dicen-, ya que los pagos al Ayuntamiento son varios: uno cada año para seguir teniendo el permiso y otro cada dos meses según los ingresos. Además hacen un pago por 120 pesos al SIEM (Sistema Empresarial Mexicano). “Ya no es tan rentable, además por la competencia”, dice María Paula y sentencia: “Vivimos para trabajar”.

“Extraño las artesanías, pero también tengo que ver por la salud de Javier, aunque este trabajo sea de todo el día”, finaliza diciendo.

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