Por Héctor Farina Ojeda
El Diccionario Oxford eligió recientemente a la “posverdad” como la palabra del año, como una forma de reconocer al neologismo que intenta explicar lo ocurrido en situaciones como el Brexit o el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses. Dice el diccionario que la posverdad se refiere a “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Es decir, el posicionamiento de un discurso que apele a lo emotivo, a exacerbar los ánimos y acicatear creencias genera más consistencia que lo concreto, que la verdad misma.
Ya muchos califican a Trump como el político de la posverdad: con un discurso anclado en la exacerbación, el populismo y los ataques desmedidos, sus palabras generan reacciones aunque se traten de agresiones sin sentido, de promesas imposibles y de mentiras gratuitas posteriormente desmentidas. Aunque lejos de los hechos objetivos, sus alocuciones al muro, a la cancelación de acuerdos comerciales, a represalias y deportaciones masivas de migrantes, así como a la influencia para evitar que una fábrica automotriz se instale en México, no sólo han generado reacciones en el mercado financiero y el ánimo de la gente, sino que son una amenaza permanente para la confianza en la economía mexicana.
La depreciación del peso frente al dólar y el nerviosismo en el mercado financiero son sólo algunos síntomas del golpe a la confianza. La posverdad impulsada por lo que pudiera hacer el gobierno de Trump en cuanto a relaciones comerciales, empleo para migrantes y radicación de empresas -entre otros temas- genera mucha incertidumbre en los sectores económicos y podría retrasar proyectos, inversiones y hasta el consumo. Y esto se da justo cuando se están recortando las expectativas de crecimiento para el siguiente año y cuando se requiere de un incremento en la inversión productiva para generar más empleos. Toda una turbulencia en medio de la incertidumbre y la posverdad.
La verdadera capacidad de la economía mexicana para hacerle frente a las eventualidades de la era Trump está en entredicho: ¿qué tanta fortaleza tiene para crecer pese a las adversidades externas? Más que nunca, se requiere potenciar los motores económicos internos para ganar la confianza y mantener la proyección en medio del discurso de la posverdad que ya está generando especulación, miedo e incertidumbre, y que puede ahuyentar inversiones, frenar emprendimientos y limitar el consumo. Ante una inminente guerra a la confianza, no basta con salir a desmentir todos los días, sino que la propia fortaleza será la mejor defensa.
Hay que actuar rápido para mejorar la competitividad, romper la dependencia de un sólo mercado y potenciar la capacidad de la gente para emprender y producir. Es tiempo de invertir en forma estratégica en la infraestructura y el conocimiento, en obras que generen empleos y en la innovación. Con sólo especular que nada pasará no le ganaremos a la posverdad. Hay que construir confianza.