Daniel Padilla Romero, artista plástico
Por Adrián Mariscal
Así como en términos económicos, la dinámica del mercado dicta que un producto con demanda tiende a generar un incremento en su oferta, y un producto con buena dirección de marketing tiene la posibilidad de persuadir a su mercado meta para satisfacer necesidades de las que éstos prescindían, ¿puede un producto con desconocimiento de su entorno y de estrategias mercadológicas garantizar su éxito ante un grupo de clientes frecuentes? La lógica del marketing erradica desde raíz posibilidad alguna, pero en un plano real, casos excepcionales muestran que con una dosis de imaginación, creatividad e inspiración hay productos que surgidos del mercado informal, marcan de tal manera a sus compradores que la publicidad de boca en boca atrae al éxito del mismo.
Este es el caso de Daniel Padilla Romero, un joven de 18 años oriundo de Guadalajara, Jalisco, quien construyendo esculturas de formas y tamaños variados a petición de sus clientes, es capaz de convertir una inversión inicial de 200 pesos por concepto de materiales como tela, alambre, madera o plastilina en ganancias de hasta 5 mil pesos mensuales, tan sólo en una jornada laboral de 4 horas al día.
Para su arte, no existen límites. “Cualquier material puede ser útil, sólo es cuestión de pensar en lo que quiero hacer y lo invento”, expresa. A su corta edad, poco a poco comienza a ganar el reconocimiento de la gente por su trabajo. Meses atrás adornó con figuras plásticas una amplia botella de las instalaciones de Coca Cola en Guadalajara por petición del personal de la empresa. También colaboró en la imagen de ciertas secciones del CRIT de Teletón en la metrópoli.
Siendo el cuarto hijo de una familia en la que todos sus integrantes tienen facilidad para el arte, Daniel ha visto en él, su herramienta para subsanar necesidades económicas personales y gozar de cierta independencia financiera respecto a sus padres. De un suceso accidental acontecido en su infancia donde descubrió que podía recrear con plastilina cualquier objeto que estuviera a su vista, ha pasado a convertir su talento en su propia fuente de empleo. “Es difícil ponerle precio a un objeto creado con sentimientos, pero al final vale la pena porque con las ganancias compro ropa o me pago cursos que retribuyan mi esfuerzo”, acota.
Pese a que no existen estadísticas referentes al mercado del arte mexicano, Javier Lumbreras (CEO de Artemundi Global Fund), citado en El Economista, aclara que “México es uno de los cinco países con mayor oferta cultural y hay mucho coleccionismo y pasión por el arte”, por lo que asegura que a sabiendas de la carencia de cifras sobre este tipo de comercio por tratarse de ventas privadas, es un negocio redituable porque genera productos sin fecha de caducidad y con un valor simbólico que se eleva en proporción al reconocimiento de sus autores.
Daniel está consciente de los beneficios de producir objetos personalizados, casi artesanales, pues ante un éxito que duplica la demanda comparada con su capacidad para producir, ha considerado el hecho de aumentar los costos. Y aunque también se ha planteado la posibilidad de crear en el futuro una marca donde comercialice sus propias creaciones, de momento canaliza su energía para estudiar la carrera de “Diseño Industrial” en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) de la Universidad de Guadalajara.
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